No hay peor chantaje que el de doblegar a un pueblo por la fuerza de las armas y mantenerlo así siglos, sin siquiera integrarlo realmente en el estado porque es más rentable mantenerlo preso, hacerlo ignorante impidiéndole el aprendizaje y el conocimiento de su propio pasado y su cultura, ocultándole y prostituyendo al mismo tiempo su arte, para así mejor utilizar sus recursos. No es Andalucía el único pueblo en sufrirlo, pero es el más perjudicado, el más dañado.
Se vuelve a poner de moda, con la leve ascensión del abascalismo culpar al independentismo, de egoísta, ilegal, de romper España y al autonomismo de independentismo. Habrá que repetirse. Sólo se puede romper lo que no está roto. España nació rota. El castellanismo reducido a madrileñismo rompió España antes de soldar sus trozos. El españolismo de pulsera, monopolizador y recientemente autodeclarado único defensor de la figura, admite un basto y vulgar remedo de autonomía, mientras esté supeditado a la voluntad, decisiones y necesidad del centralismo. Madrid, ¿cómo ha crecido en tan alta proporción, desde la pequeña aldea en que se instaló Felipe II, para estar solo y aislado? Cuando un rey es calificado «mejor alcalde de Madrid» ¿qué se debe pensar de su atención al resto? ¿Sabe alguien dónde están los habitantes perdidos por la «España vaciada»? Exacto: en Madrid. Con su propio crecimiento vegetativo nunca habría llegado a los casi cuatro millones de habitantes, cifra cercana a los cinco, incluido el cinturón.
La autonomía, después de los gobiernos sucesivos de PSOE y PP, ha quedado reducida a un escuálido proyecto de pre-boceto, «gracias» a la «grasia» de los políticos gobernantes, más pendientes de qué hace Cataluña, que de qué necesita Andalucía. No podemos aprobar, no aprobamos un modelo de financiación que favorezca a ninguna Comunidad a costa de otras. Pero que el cinismo no nos engañe: eso lo han hecho todos cuando les ha tocado ocupar cualquiera de los palacios dedicados en Madrid al gobierno. Si Cataluña fuerza al gobierno a concederle una financiación especial, lesiva para los demás, es porque tiene fuerza. La fuerza otorgada por gobiernos anteriores, cuando durante los siglos XIX y XX promovieron su banca, su industria y su comercio, mientras obligaban a cerrar a los bancos andaluces y a las empresas que pudieran destacar mínimamente. Hoy, en que se estaría a punto de concertar intercambio comercial beneficioso para España, en África, Andalucía lo tiene muy difícil, porque el gobierno de Felipe González forzó el cierre de HYTASA e Intelhorce y otros muchos, el de Rajoy acabó con la multinacional andaluza y sus 45 000 empleos, por fabricar placas solares superiores a las americanas y japonesas y por negarse a cambiarse a Madrid. Igual que cerraron la Hispano Aviación, única fábrica de aviones con patentes propias, vendidos en todo el mundo. Y esto es sólo una ínfima muestra de lo muchísimo laborado contra Andalucía por todos los gobiernos de España desde el siglo XVIII.
En consecuencia: ¿qué hace el gobierno andaluz? El de Chaves obligar a las cajas de ahorros a terminar en el vientre de la ballena norte-española e impedir la creación de un banco andaluz. ¿Y el de Moreno? Acabar con el agua de Andalucía. El agua ya escasa, gastada en sembrar fresas para enriquecimiento de multinacionales y firmas nobiliarias, o para lavar el mineral en beneficio de empresas mexicanas o canadienses. Y, para prestarles aún mayor ayuda, facilitarles arrojar los desperdicios al Guadalquivir, hasta diferenciarlo del Tinto tan solo en la anchura.
Desde la conquista, que no reconquista, Andalucía perdió, primero, la propiedad de su tierra, entregada a la nobleza conquistadora. La mejor forma de sellar la dependencia y atarla, no sólo para quinientos años, o más, según las zonas. De aquellos polvos proceden estos lodos, porque han mantenido Andalucía para darse tono y para obligarla a soportar la dependencia.
Y Moreno ¿qué? Le molesta cuanto haga Cataluña en línea con Ayuso, no le vaya a pasar «algo», en vez de preocuparse por Andalucía. Porque Andalucía lo que necesita es fuerza, poder, igual que detentan Cataluña y Euskadi, por eso consiguen más. Pero eso él no puede ni soñarlo. Él se debe a las órdenes de Madrid, no vaya a ser que en vez del premio de llevárselo allí, le den el castigo de descabalgarlo de la Junta, que un candidato se fabrica en dos días. Él es la prueba.